terça-feira, 16 de março de 2010

De Trelew al Aconcagua

Foto: M.Marques
Cuesta reconocerlo a primera vista. De pelo corto y sin barba, Mariano Galván se ve diferente al de las fotos que circularon en los principales diarios del país, cuando fue noticia. "Hice una promesa: si todo salía bien, me cortaba el pelo y la barba", confesó.
Así que después de convertirse en el primer argentino en escalar en soledad la pared sur del Aconcagua, una de las diez más difíciles del mundo, en sólo 34 horas, Mariano tuvo que cumplir su palabra.
Más allá de la apariencia, internamente el trelewense de 29 años tampoco es el mismo después de lo que vivió. "Me di cuenta que lo que tengo por la montaña es pasión, y eso fue más que la certeza de saber que me podía morir. Eso fue muy fuerte. Tu cuerpo te dice que tenés muchas posibilidades de matarte allá arriba, pero tu voluntad puede más. No sé si hay muchas cosas que te lleven a desafiar eso", reflexionó.
Asimismo aclaró que la expedición "no fue una locura. Fue el resultado de algo progresivo, de un historial de cosas hechas". Todo empezó en 2005, cuando Galván dejó Trelew para radicarse en Mendoza, en donde ingresó a estudiar en la Escuela de Guías de Alta Montaña.
A esta altura de su corta carrera, el andinista tiene nueve expediciones al Aconcagua (6.962 metros), el récord de ascensión del Glaciar Los Polacos en once horas y media, y la apertura de una nueva ruta en la cara noreste del cerro. "Es una satisfacción gigante haber pasado de la primera cumbre, hace cinco años, a la pared sur hoy", dijo sonriendo.
La aventura también tuvo un sentido 'colectivo', para aportar a las estadísticas nacionales: "La idea era dar un paso en el andinismo argentino, ayudar a crecer entre todos. Algunos hacen algo que te beneficia a vos, y yo quería cambiar la mentalidad de la escalada clásica: se puede subir un poco más rápido, se pueden bajar los tiempos con los equipos y la información que tenemos hoy", afirmó.
Además aseguró: "Siempre me quedaba la duda de por qué los pocos que habían escalado solos eran 'gringos' y no un argentino. Me decían que porque había que saber tal o cual cosa pero yo no estaba de acuerdo. Espero ser el primero de muchos, que otros lo repitan, que lo hagan más rápido", confió.
En ese sentido adelantó que planea subir las fotos y los videos a los portales especializados en la disciplina. "Traté de documentar todo lo que pude para compartirlo, porque para subir lo que más necesitás es información", afirmó el deportista. "Y si buscás en los libros las descripciones que hay tienen menos de media carilla", agregó.
La experiencia

El momento de intentar la escalada llegó casi cuando Galván se iba a dar por vencido. "No subí cuando quería sino cuando la montaña me dio una oportunidad. Yo había empezado la temporada el 28 de noviembre y pude salir recién el 12 de febrero", mencionó. "Cuando supe que el pronóstico anunciaba tres días lindos pedí unas cosas prestadas y arranqué sin pensarlo ni hablar demasiado con nadie", agregó.
Para armar una mochila livianísima -de no más de doce kilos- la selección dejó afuera hasta el botiquín: "Mi botiquín era la radio", resumió. Llevó un vivac (saco impermeable), un par de piquetas, algunos grampones, un calentador, un arnés, una bolsa con alimentos, un litro de agua que iba reponiendo y cuerdas.
El andinista partió desde el campamento base de Plaza Francia (4.200 metros) ese viernes a las 3.30. Escaló 16 horas hasta los 6.100 metros y ahí durmió en una grieta, sin carpa ni bolsa de dormir, en una zona en que la temperatura alcanza los 35º bajo cero.
"Me desperté temblando del frío, así que calenté jugo y encaré la última parte", tramo que le demandó diez horas. "En ese lugar hay nieve de hasta un metro de profundidad y pendientes de 55 grados, en un terreno mixto, con hielo y roca", describió.
Uno de los momentos más duros fue cuando divisó, a la distancia, los cuerpos de dos de los tres brasileros que habían muerto por una avalancha en 1998. “Los ví cuando pensé aliviado que había pasado por la parte difícil. Fue duro. No me lo esperaba”, dijo.
Mariano recordó que, antes de la cumbre, la emoción llegó en el balcón denominado Glaciar Superior, que cuenta con una escalada de hielo de cara a un precipicio de casi 2.000 metros. "Ese es un lugar muy emblemático para los que hacemos esto, así que cuando llegué ahí se me cayeron las lágrimas porque realmente me di cuenta dónde estaba parado", contó. Finalmente, en la cumbre, festejó: "Grité solo… Eso es lo malo de ir así: te perdés la posibilidad de compartirlo con alguien".
La celebración se multiplicó en el campamento. "Es muy lindo recibir el reconocimiento de todos. Es la alegría de saber que salió todo bien", dijo. "Siempre que alguien se mete por la pared sur estamos todos atentos porque hay muchas chances de que pase algo", aseguró. "Es que la montaña tiene la última palabra", concluyó.#

Fuente: http://www.diariojornada.com.ar/  


Por: M.Marques
miltonmarques@meridies.com.ar

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